En
la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, hace ahora 75 años, se producían una
serie de acontecimientos contra los judíos en la Alemania Nazi, en Austria y en
los Sudetes, que marcan oficialmente el comienzo de la Shoah. Una oleada de progroms dirigidos desde el poder por el
Secretario de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, dejaba un rastro de 1.700
sinagogas destruidas, más de 7.000 comercios, cementerios, escuelas y hogares
judíos arrasados y saqueados, cientos de judíos asesinados y otros tantos
suicidios ante la ola de terror desatada. Libros quemados en piras al aire
libre y ante la mirada exultante y enloquecida de la población civil, observadores
y perpetradores pasivos con igual grado de responsabilidad y total impunidad.
30.000 judíos capturados en lo que fuera la primera cacería humana y enviados a
los Campos de Concentración de Buchenwald y Sachsenhaussen. Comienza la identificación
con nombre y J de judío en los
pasaportes. La política nazi de pasos, ha subido un escalón.
Alemania,
Austria..., dos países centroeuropeos que en el imaginario colectivo son sinónimo
de civilización, cultura, refinamiento… El que demostraron, desde luego, en el
proceso de exterminio industrializado del pueblo judío y su erradicación de
Europa. El
fuerte antijudaísmo, presente en la cultura europea desde el medievo, junto con
las teorías raciales - de moda desde mediados del siglo XIX - y las teorías
conspirativas, serán un cóctel explosivo que permitirá que la ideología nazi de
un salto cualitativo al llevar a la práctica política su obsesión genocida. No
hay que olvidar que en la construcción ideológica nazi, los judíos no son
humanos, sino una raza parasitaria que se quiere apoderar del mundo. Y a los
parásitos y a las bacterias se las elimina. Sin más. Sin cargo de conciencia. Y
con la complicidad de todos.
La
Kristallnach es una fecha para el
recuerdo porque es un aviso. Fue posible única y exclusivamente porque la
población civil permaneció inmune, porque lo permitió y lo jaleó. Porque no
hubo ningún movimiento, ni interno ni externo, que frenara la locura. Hasta
1939 la política de Hitler hacia los judíos – exclusión, deportaciones masivas
y arianización – fue asimilada con total normalidad por la población
centro-europea y por la Comunidad Internacional. Ya en la Conferencia de Evian,
celebrada en julio de 1938 para tratar el asunto de los refugiados judíos, se
evidenciaba la soledad en la que se encontraban. Incluso Gran Bretaña, potencia
Mandataria en el entonces Protectorado de Palestina, daba órdenes muy precisas
a sus delegados en la zona para que evitasen la llegada de judíos a la Tierra
de sus ancestros.
Lo
que ocurrió después de 1938 – concentración en guetos y exterminio - y cómo
pudo ser humanamente posible, sucedió porque el ser humano se hizo inmune al
sufrimiento de los judíos. La Shoah fue un genocidio, si bien no todos los
genocidios son Shoah. Semejante grado de deshumanización fue un acontecimiento
único en la historia. En la actualidad, la Comunidad Internacional cuenta con
mecanismos eficaces de prevención y control de este tipo de agresiones contra
la dignidad humana. Pero los crímenes contra la humanidad sólo pueden ser
evitados si, en lugar de mirar hacia otro lado, prestamos atención a las
alertas y nos enfrentamos con valentía al agresor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario