jueves, 16 de noviembre de 2023

7 de Octubre de 2023, punto de inflexión irreversible.

 

    El 7 de Octubre de 2023, a las 6:30 horas de la mañana, el reloj se paró en Israel, en el mundo judío de la diáspora y para quienes creemos en la libertad y en la dignidad del ser humano. Aunque cada pérdida de vida es dolorosa, y los ciudadanos de Israel están acostumbrados a episodios de violencia intermitente y a vivir situaciones de tensión con sus vecinos, la narrativa desarrollada por la propaganda palestina  durante décadas dio un salto cualitativo de proporciones mortales como no se conocían desde los tiempos de las matanzas nazis en Europa del Este durante la Segunda Guerra Mundial.

Llamada a la Yihad global contra Israel, el pueblo judío, los Estados Unidos y los simpatizantes de los sionistas. Mesianismo, venganza y honor. Mezclar la ideología religiosa de un iluminismo mesiánico con la paranoia de la protección del honor de los musulmanes y la sociopatía política de que Israel es un Estado ilegítimo y racista que merece desaparecer de la faz de la tierra, es un coctel  peligroso que, encima, engancha a los occidentales a la defensa de la causa palestina por medio de la interpretación idílica de una idea de resistencia vinculada a supuestas causas humanitarias y anticolonialistas. ¿Hay alguna razón psicológica que explique la adhesión al terrorismo? Porque no se comprende, desde una perspectiva de moral y ética sana, entendidas estas como la capacidad innata del ser humano de distinguir el bien del mal, que haya personas que descubren que, en nombre de una causa superior que antes era la de la justicia social y ahora una identidad que te da carta blanca para hacer barbaridades, puedan pasar a la historia.

Es verdad que hay ideologías que son más propensas a caer en las redes del Mal y deslizarse hacia la violencia. Nos tranquiliza pensar que hay individuos lunáticos, psicópatas o socialmente deprimidos capaces de cometer actos de salvajismo o brutalidad excepcional. Los hay. Pero la muerte social de la víctima es la antesala, no de una mente psicológicamente enferma, sino de un sadismo estructural que forma parte de la condición humana. Y en ciertas culturas, o pueblos, o movimientos ideológicos o religiosos, el odio y el victimismo es el motor de su existencia. El iluminismo yihadista es una de esas ideologías perversas que divide al mundo en puros y herejes. El nazismo, el comunismo o el antisemitismo son también las metástasis de un cáncer que deshumaniza al individuo. El progresismo wokista y su proyección abstracta de identidades frívolas, enarbolando banderas y asumiendo consignas que ponen los pelos como escarpias, son los tontos útiles y necesarios en la difusión de una información bajo control de una organización terrorista (Hamas).

Cómo un individuo normal se convierte en genocida – o promotor de genocidios - es el enigma que han tratado de resolver Hannah  Arendt (La condición humana, Paidós, 2016) o James Waller (Ordinary People Commit Becoming Evil: How Genocide, and Mass Murder, OUP USA, 2006) entre otros. La necesidad de entender el Mal nos permite distanciarnos, ponerle excusas a lo que no es sino la aceptación social de que la matanza indiscriminada de Hamas de más de 1400 ciudadanos israelíes y 240 secuestrados retenidos como escudos humanos, es un antisemitismo de libro disfrazado de antisionismo. Porque el proceso de deshumanización de las víctimas israelíes comenzó el mismo 7 de Octubre, cuando ni siquiera el gobierno de Israel había definido sus objetivos políticos ni militares, ni se había planteado aun ningún operativo en Gaza. Acusaciones de desproporcionalidad y de crímenes de guerra a un país sujeto a las estrictas normas del Derecho Internacional y las Convenciones de Ginebra por parte de los apologistas de una Gaza idílica que es en su totalidad un gran campamento terrorista armado bajo el control de Hamas y la pléyade de organizaciones terroristas y paramilitares que se disputan su liderazgo. Es la distancia psicológica necesaria para encubrir que, aunque los terroristas de Hamas, los civiles que les acompañaron y los periodistas que lo documentaron publicitaron una masacre que pone en dudas toda esperanza de paz con este tipo de enemigos, la víctima temporal (Israel) es el agresor perpetuo de una tierra que ocupa ilegalmente. Y como celebrar la barbarie queda feo, al menos en el occidente civilizado, organizaciones sesgadas como Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional (CPI) obvian que la existencia de Hamas y de organizaciones similares son, en sí mismas, un crimen contra la humanidad.

El pasado 7 de Octubre se produjo un punto de inflexión irreversible en la conciencia nacional israelí, y una quiebra moral en la humanidad. La historia nos recuerda que hay seres humanos capaces de hacer cosas abominables. El terror de las víctimas, y lo que Joseph de Maistre denomina el entusiasmo de la carnicería (La Ley de la Guerra), un sentimiento al que incluso los hombres más civilizados parecen no ser inmunes, nos coloca ante el espejo, que sin ambages, nos devuelve la mirada enferma de una sociedad postmoderna cuya voluntad herida se desvanece en una lógica utilitarista que no deja espacio para la compasión.