Hace dos años, el 7 de octubre de 2023, a las 6:29 horas, Israel despertó para sumergirse en una de las pesadillas más oscuras desde su corta vida como Estado. El día más oscuro, un sábado que se prometía tranquilo y sereno. Un shabat para dormir y relajarse; un shabat que era Shimjá Torá - la alegría de la Torá-, la fiesta de la intimidad de Dios. Un shabat especial para recordar el Pacto de Dios con Israel por medio de la Ley y que no hay alegría en un mundo que carece de sentido. Un shabat para recordar que todo comienza con la Palabra, la de Dios que ordena al Universo "hágase", y así se hizo: se abrió la Luz rascando la Oscuridad; y se hicieron las estrellas, y los astros y los mares y los ríos, y los valles y las montañas. Y las criaturas que lo poblaron. Un shabat a las puertas de un Yom Kipur que invita a perdonar, incluso a tus enemigos, y en el que se pide a Dios el bienestar de toda la humanidad. En un país fragmentado, quebrado, dividido por banderas que hacía tiempo que no representaban lo mismo para todos. Religiosos contra laicos, favorables a la reforma judicial y detractores, partidarios de Netanyahu y los que le odian a muerte. Con una polarización y un enfrentamiento político que le hacía débil ante sus enemigos.
Israel despertó a una realidad que nunca imaginó, porque nunca quiso imaginar que lo imposible - lo que sus enemigos siempre dijeron que le harían - fuera posible. Las sirenas, las alertas, los cohetes, los mensajes por WhatsApp. El desconcierto y la incredulidad eran un sentimiento nuevo en una población acostumbrada a vivir presión, pero no lo que les venía encima. "Hay terroristas. Papá, por todas partes". "¿Cómo? Escóndete Yuvali, mantente viva!". Mensaje corto que una de las asistentes al festival Nova, Yuval Raphael, le envía a su padre. Yuval se mantuvo viva. Y representó con un éxito abrumador a su país en el festival de Eurovisión 2025.
Un país dividido como nunca en su historia. Pero ese día, el 7 de octubre de 2023, las grietas se cerraron y lo que quedó fue el alma herida de un país sorprendido en su letargo de Seguridad y desbordado por el dolor y la tristeza.
En directo, por las cámaras de los terroristas, vimos comunidades enteras destruidas, cuerpos salvajemente mutilados, expresiones de júbilo en la parte palestina y en gran parte del mundo árabe ante la orgía de salvajismo desatada contra la población indefensa de Israel, que dormía en sus casas o disfrutaba de un concierto de música electrónica.
Vimos también cómo la población se movilizaba para defenderlo, cada uno según su circunstancia y posibilidades. Se sacaron los uniformes del armario, se organizaron grupos de rescate, se abrieron comedores y centros de logística. No era una opción: es una necesidad compartida servir al país aunque algunos, dos años después, sigan sin entender y mantengan exigencias egoístas o mesiánicas.
Dos años de resiliencia de una nación cuyos líderes no siempre han estado a la altura. Los familiares de los secuestrados siguen esperando y el silencio duele. Dos años después, los israelíes tienen las heridas abiertas; algunas son muy visibles; otras sangran por dentro. Pero todos tienen la certeza de que el país lo sostiene su gente. La misma que abrió sus casas a desconocidos, que transformó la tragedia en un acto de solidaridad. Porque si algo enseñó el 7 de octubre es que Israel puede quebrarse políticamente, pero nunca emocionalmente. Y que cuando la Historia les pone a prueba, la respuesta más fuerte no viene de la Knesset - Parlamento -, sino que sale del corazón de sus ciudadanos. Dos años después del 7 de octubre, los israelíes siguen recordando, siguen esperando y siguen unidos en los esencial: el derecho a vivir en paz. Y por eso se moviliza para defenderlo.
El 7 de octubre es una fecha que ya está marcada en el calendario de la iniquidad humana. Será una fecha de recuerdo de la ignominia y la brutalidad contra una sociedad, la israelí, hoy profundamente herida. Y será la fecha de la vergüenza para para todos los que se han posicionado a favor del lado oscuro y los que han mirado para otro lado.