jueves, 4 de febrero de 2021

El mundo como Dios lo soñó.

 Un virus microscópico que ha interrumpido nuestra vida en 2020 sigue empeñado en permanecer con nosotros en este Tiempo de especial vulnerabilidad. Meses sin abrazos, necesidades de consuelo y demasiada soledad nos recuerda lo confiados que estábamos entre lo superfluo y lo cotidiano. Un Tiempo nuevo para acompañar y asistir a nuestros semejantes se descubre en este año especialmente triste, escondido en la Luz de la Esperanza depositada en una universalidad que va más allá de las fronteras de la espiritualidad de cada uno. 

En esta cadena de transmisión a la que estamos indefectiblemente unidos, Israel no es sólo el lugar donde todo comienza en la Historia del encuentro del hombre con Dios. En la tierra que no pertenece a la geografía de este mundo, el gesto de mantener la puerta abierta al que se acerca, independientemente del lugar de origen o de credo, sigue las pautas del precepto del Talmud que establece que cada ser humano es responsable el uno del otro. Las luces de Hanuka, símbolo de la libertad religiosa y de expresión, y los árboles de Navidad, también en este Tiempo de Adviento, que simbolizan la Vida y anuncian la llegada de la Luz de la Nochebuena y de una nueva Esperanza encarnada en quien, desde la fe cristiana, nos acompaña siempre, se funden con naturalidad. El mundo como Dios lo soñó nos deja en esta parte del mapa una gama de colores y matices diversos a través de su pueblo mediador, obstinado, complejo y creativo, que mantiene un vínculo inquebrantable con su Tradición y pasado al tiempo que apuesta decididamente por el futuro. 

En todo Oriente Medio la religión y la política están intrínsecamente unidos, condicionando cada aspecto de la vida diaria. No obstante, aunque viviendo en Israel es imposible sustraerse de la liturgia de las fiestas que marcan el ritmo de la vida y el calendario, la convivencia entre el laicismo y la religión, en esta sociedad también estructurada por la religión, es equilibrada y el respeto institucional una máxima. Su Memoria está ligada estrechamente a la identidad. Historia Sagrada destinada a preservarse y conmemorarse de generación en generación, lo que le confiere un poderoso factor de unidad y cohesión. Memoria también por los caídos en las guerras, Memoria de un pasado doloroso que muestra que el rostro de Dios no siempre ha sido benévolo con el Hijo que sigue a rajatabla sus mitzvots – Mandamientos -.  No te elegí entre todos los pueblos porque seas numeroso, sino por amor, nos recuerda su Libro Sagrado (Deuteronomio 7:7), en ese fascinante relato de la historia del diálogo entre Dios y un pueblo responsable y comprometido a partir de entonces con la salvación de la humanidad entera. En la Tierra de la escucha de la Palabra, de la Memoria de la Alianza y de la Santidad de la Vida, unidos en su reverencia a esta Tierra Sagrada, los ciudadanos pertenecientes a otras minorías religiosas cuentan con estatutos jurídicos que garantizan el carácter multiétnico, multirreligioso y multicultural de este crisol de raíces y ramas inseparablemente unidas para siempre. Sólo se ama lo que se conoce, y sólo se conoce en profundidad lo que se ama. 

Se nos va por fin 2020, un año triste que nos ha regalado también la capacidad para amar y para comprender las necesidades del otro, ese al que la rutina nos impide verlo en su plenitud. Cayó de repente esta pandemia como de repente, desde el Cielo azul cayó la Estrella de antaño, la que anuncia el Antiguo Testamento y relata el Evangelio según San Mateo (Mt 2:10-12). Cuando los tres Magos de Oriente, siguiendo la estela de una Estrella brillante, encontraron al Niño Dios en un pesebre en Belén, se arrodillaron ante Él, reconociéndole como Mesías y le ofrecieron regalos al Rey de Reyes, no sabían que ese pequeño rincón de Judea sería el epicentro de un acontecimiento que cambiaría la vida para millones de personas. Como un presagio de Esperanza, la Estrella que anunció el nacimiento del Niño Dios vuelve al mismo lugar, 800 años después, en la despedida del año más incierto, al visibilizarse como si fuera un solo planeta la ceremonia de aproximación de Júpiter y Saturno. Dicen los astrofísicos que tendrán que pasar 16.000 años para que un fenómeno parecido vuelva a producirse. En un año de profundos cambios, también para Israel y Oriente Medio, que la señal del Cielo, presente en esta nueva Estrella de Belén, nos sirva de guía y luz en 2021.

Nota del autor:

Este artículo fue escrito en Diciembre de 2020 y por cuestiones de índole personal, no ha podido ser publicado hasta este momento. 

sábado, 8 de febrero de 2020

Estado palestino, última oportunidad.


A falta de tensiones, conflictos, crisis, violaciones de derechos humanos y otros asuntos  que requieran la pormenorizada atención de las Instituciones Internacionales, la Agenda diplomática parece estar recurrentemente condicionada por la necesidad de reconocer el Estado Palestino, en el convencimiento de que la tensión que vive Oriente Medio pone en grave riesgo la Paz y la Seguridad mundiales, y de que la resolución del conflicto depende, a su vez, de reconocer la identidad de un pueblo autóctono desplazado de la tierra que hoy ocupa el Estado de Israel. 

domingo, 21 de abril de 2019

Un lugar en el Cielo.


La época litúrgica más Sagrada para judíos y cristianos es la Pascua. Para los primeros, el recuerdo de la liberación de la esclavitud y la entrega de la Torá – Tablas de la Ley – a Moisés en el Monte Sinaí les conecta con el comienzo de su Historia nacional y les consolida, más que como el Pueblo elegido por Dios, como aquel que desde el Principio eligió y decidió ser libre. Libre para cumplir, como individuo y como nación, la misión de colaborador responsable con el Creador en la tarea de cuidar de cada ser humano y  engrandecer el Universo para hacer del mundo un lugar mejor. Para los cristianos, el recuerdo de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús nos da la certeza de que la vida vence a la muerte, y de que por la fe en el poder de Dios, se puede caminar a una nueva forma de vida. Amor, justicia, libertad y respeto como obligación esencial del ser humano, que necesariamente tiene que morir para nacer de nuevo. Ambos acontecimientos litúrgicos tienen lugar prácticamente al mismo tiempo, porque las raíces judías del cristianismo son innegables, y no sólo por el hecho mismo de que este joven carpintero de la Galilea que cambió el mundo era enteramente judío, sino porque el mismo Evangelio no puede desprenderse de esa herencia que los personajes del antiguo Testamento, con sus historias y narrativas, ayudaron a conformar el sistema de creencias que hoy forman la base del código moral y de conducta del judaísmo contemporáneo.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Pérdidas inevitables.


Era un Viernes de Dolor, una fecha significativa en nuestro calendario, y como hoy, también viernes, un día de dolor más en el obituario israelí. El cielo amaneció soleado, y en el ambiente se respiraba una brisa fresca de primavera que invitaba al recogimiento del cuerpo y del alma. Recuerdo el intenso olor a comida que salía de las ventanas abiertas de los dormitorios de una comunidad multicultural ajena a los desvaríos de la real politik característica de sus países de origen. Desde la terraza de mi Mehonot, la residencia de estudiantes de la Universidad de Tel Aviv, podía ver a un grupo de jóvenes, que todavía permanecían en las instalaciones, arrastrando sus maletas y mochilas. Una imagen familiar y cercana, la misma que vemos a diario en cualquier campus universitario del mundo. Abrazos, risas, apretones de manos, intercambio de números de teléfono. Entraba el sabath y comenzaban las vacaciones por Pesaj, la Pascua judía que se celebra el 15 de Nisan, el primer mes de su calendario lunar. Era la primavera de 1999 y el Seder de ese año coincidía con el comienzo de la Semana Santa cristiana. Normalidad dentro de la anormalidad. Porque a lo largo de toda la semana se habían intensificado los ataques de mortero contra las poblaciones del norte de Israel procedentes de la frontera sur del Líbano. Y también las emboscadas contra unidades militares. Amal y Hizbollah  eran por entonces consideradas milicias según la Comunidad Internacional, tan lenta en reflejos como parcial en sus condenas. El precio que Israel pagaba para mantener a su población segura mediante el control de la franja sur de Líbano a lo largo del río Litani era muy alto. Veinte años después de la llamada Operación Litani, la sangría entre sus fuerzas armadas era ya insoportable.

jueves, 6 de diciembre de 2018

La Paz de los Cuervos.



Seguimos buscando con fervor a los chicos, decía con esperanza contenida el entonces portavoz de las IDF para la Comunidad hispanohablante, Capitán Roni Kaplan, horas antes de que se encontraran en un descampado de Hebrón los cuerpos sin vida de los tres adolescentes israelíes secuestrados por el grupo terrorista Hamas el 12 de junio del verano de 2014. Eyal, Gilad y Naftali, de 16 y 19 años, no volverían jamás a sus hogares porque la ideología asesina que mezcla un proyecto político totalitario y un mesianismo religioso excluyente había decidido que eran enemigos y, por tanto, que no merecían vivir. Terminaban dos semanas de búsqueda infernal por toda Cisjordania en medio de un calor asfixiante, en el que se descubrieron cuevas y túneles cavados expresamente para almacenar arsenal militar y acceder a poblaciones israelíes con objeto de asesinar civiles, al tiempo que comenzaba una escalada simultánea intermitente de agresiones y lanzamiento de misiles desde Gaza a territorio israelí que culminaría con el estallido de una operación militar israelí defensiva conocida con el nombre de Operación Cúpula de Hierro.

lunes, 25 de junio de 2018

Acuerdo nuclear con Irán: riesgo u oportunidad para repensar Oriente Medio.


Golpe al multilateralismo, torpeza, riesgo contra la Seguridad Internacional, peligroso regreso al unilateralismo, grave error… o, por el contrario, decisión valiente, según se mida la percepción del riesgo y la amenaza. La lista de desencuentros entre Estados Unidos y sus aliados, fundamentalmente Europa, desde la llegada de Donald Trump al poder, ha entrado en una nueva fase de desgaste que pone en evidencia el dilema político y económico de una UE que carece de autonomía y de capacidad estratégica para imponer unas reglas de juego irrelevantes fuera de nuestra área de confort. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

La Cuarta dimensión

En la fría mañana del 17 de enero de 1986, cuatro días después de que nuestro país ingresara oficialmente en las Instituciones Europeas, las delegaciones de España e Israel firmaban, en la clandestinidad de una habitación del Hotel Pomerade de La Haya, el establecimiento de relaciones diplomáticas, normalizando a escondidas la realidad internacional a la que España se asomaba. Un acontecimiento natural en la política diaria de las naciones, el de reconocerse mutuamente y establecer vínculos políticos, económicos y culturales, pasaba desapercibido entre el silencio y la casi oscuridad que las cortinas de la habitación, testigo furtivo de la rubrica por poderes de los ausentes Felipe González y Simón Peres, trataron de ocultar a la prensa y las cámaras de televisión.