domingo, 9 de febrero de 2025

Soluciones extremas para tiempos extremos


Ohad Ben Ari, Or Levi y Eliyahu Sharabi son los nombres de los tres últimos rehenes liberados por Hamas en el marco de la primera fase de la tregua de 42 días pactada con la organización terrorista para liberar a 33 secuestrados (tanto vivos como muertos) a cambio de que Israel libere de sus cárceles a un número indecente de presos palestinos condenados por terrorismo y delitos graves. Intercambio descompensado de gente normal y pacífica, arrancada violentamente de sus casas, a cambio de  indeseables y personas altamente peligrosas cuyo objetivo vital es matar. 

El precio a pagar por devolver a su gente a casa es un debate público en Israel que genera controversia. La disputa sobre la percepción acerca de los objetivos de la guerra plantea dilemas desde el comienzo de las operaciones militares que ni el gobierno ni las Fuerzas de Defensa – las IDF – han logrado resolver. Derrocar a Hamas y devolver a los rehenes parecía un objetivo coherente que el paso del tiempo ha demostrado que es incompatible. El tiempo se agota, los rehenes mueren en cautiverio, no es posible extraerlos mediante operaciones militares, la destrucción de Hamas parece un objetivo lejano y el precio a pagar es tan elevado para la seguridad de Israel que las soluciones radicales, como la planteada por el presidente norteamericano Donald Trump de convertir Gaza en un protectorado norteamericano es aceptado por el 69% de la población. La expulsión de los palestinos de Gaza, teniendo en cuenta que los mensajes propagandísticos de Hamas no dejan lugar a dudas de que el objetivo de volver al “diluvio de Al-Aqsa” sigue vigente, no debería sorprender. En tiempos extremos, las respuestas a las soluciones definitivas también son extremas, sabiendo que el anhelo destructivo de los palestinos es incansable. Las amenazas de seguridad no desaparecen, así que, el pensamiento mágico se impone: hagamos desaparecer a los provocadores y que los acojan los chiflados en occidente, hiper radicalizados e hiper subvencionados.

La preferencia por el colapso de Hamas frente al regreso de los rehenes o la necesidad de alcanzar un acuerdo han politizado en exceso las manifestaciones de solidaridad con los familiares de los secuestrados. Pero el acuerdo no escrito entre el Estado y sus ciudadanos, según el cual ningún herido, prisionero o caído se deja atrás, es un deber moral que cobra más sentido, si cabe, ante el abandono de asistencia por parte de las organizaciones humanitarias internacionales y la indiferencia, ante la suerte de los rehenes aun en manos de Hamas y otras organizaciones terroristas que se disputan la Franja de Gaza, que muestra una comunidad internacional que ha perdido toda moralidad y sentido de decencia ética. Cómplices necesarios de la barbarie, los medios de comunicación, instalados en un relato confuso, replican las operaciones de propaganda de grupos terroristas, dañando una reputación ya de por sí cuestionada.  

Cuando se cumplen 80 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, recordar las lágrimas de las víctimas de la Shoa empieza por denunciar a los que niegan la magnitud de las masacres del 7 de octubre y equiparan víctimas con verdugos. Unas atrocidades que no entran en la categoría actual de crimen contra la humanidad por su radicalidad, por lo que se ha tenido que acuñar un término nuevo: kinocidio. Los terroristas de Hamas perpetraron deliberadamente ataques sistemáticos contra familias israelíes, para maximizar al máximo el sufrimiento de las víctimas y romper uno de los vínculos más fuertes de la Vida. Celebraron las atrocidades en tiempo real porque su culto es la muerte. Su infancia, maltratada, son el próximo ejército que tomarán las armas y resistirán esa ocupación imaginaria. Lo dicen sus propias madres, orgullosas de que sus hijos mueran matando judíos en nombre de ese dios que sólo deja cicatrices en la humanidad. Ya no sirve el Nunca más, sino  el Nunca más es ahora, porque el antisemitismo no es cosa del pasado, sino una semilla muy arraigada y regada.

El circo de terror montado por Hamas para devolver con cuentagotas a los 33 rehenes comprometidos en esta primera etapa de la tregua refleja el paradigma al que se enfrenta Israel y el desafío para un Occidente ciego. Algunos rehenes regresan a casa sólo para enfrentarse a la devastadora realidad de que sus seres queridos se han ido. La reconstrucción de sus vidas, a partir de sus testimonios, permite dar forma a la crueldad sádica a la que han sido sometidos, sólo por placer, por unas mentes perturbadas que inexplicablemente despiertan una atracción difícilmente comprensible en las sociedades libres. Groseras muestras de odio contra Israel en todo el mundo mientras en el infierno de los túneles, cuerpos marcados por la tortura, la inanición, la insalubridad y el sufrimiento extremo se aferran a un hilo de esperanza que les permita sobrevivir en esta cartografía del terror que recuerda tanto a los tiempos oscuros que vivió Europa no hace mucho tiempo.

Vienen días muy difíciles para Israel. Las imágenes de Ohad, Or y Eliyahu atormentan porque demuestran que la humanidad ha vuelto a fallar. Que se necesita un cambio de estrategia radical para romper el ciclo vital de una sociedad acostumbrada a la violencia, el victimismo y la subvención. Y que en medio de una turba fanatizada, Israel, el país de los judíos, a pesar de su tristeza y soledad, es aún más fuerte.