martes, 7 de octubre de 2025

El día más oscuro

Hace dos años, el 7 de octubre de 2023, a las 6:29 horas, Israel despertó para sumergirse en una de las pesadillas más oscuras desde su corta vida como Estado. El día más oscuro, un sábado que se prometía tranquilo y sereno. Un shabat para dormir y relajarse; un shabat que era Shimjá Torá - la alegría de la Torá-, la fiesta de la intimidad de Dios. Un shabat especial para recordar el Pacto de Dios con Israel por medio de la Ley y que no hay alegría en un mundo que carece de sentido. Un shabat para recordar que todo comienza con la Palabra, la de Dios que ordena al Universo "hágase", y así se hizo: se abrió la Luz rascando la Oscuridad; y se hicieron las estrellas, y los astros y los mares y los ríos, y los valles y las montañas. Y las criaturas que lo poblaron. Un shabat a las puertas de un Yom Kipur que invita a perdonar, incluso a tus enemigos, y en el que se pide a Dios el bienestar de toda la humanidad. En un país fragmentado, quebrado, dividido por banderas que hacía tiempo que no representaban lo mismo para todos. Religiosos contra laicos, favorables a la reforma judicial y detractores, partidarios de Netanyahu y los que le odian a muerte. Con una polarización y un enfrentamiento político que le hacía débil ante sus enemigos.

Israel despertó a una realidad que nunca imaginó, porque nunca quiso imaginar que lo imposible - lo que sus enemigos siempre dijeron que le harían - fuera posible. Las sirenas, las alertas, los cohetes, los mensajes por WhatsApp. El desconcierto y la incredulidad eran un sentimiento nuevo en una población acostumbrada a vivir presión, pero no lo que les venía encima. "Hay terroristas. Papá, por todas partes". "¿Cómo? Escóndete Yuvali, mantente viva!". Mensaje corto que una de las asistentes al festival Nova, Yuval Raphael, le envía a su padre. Yuval se mantuvo viva. Y representó con un éxito abrumador a su país en el festival de Eurovisión 2025.

Un país dividido como nunca en su historia. Pero ese día, el 7 de octubre de 2023, las grietas se cerraron y lo que quedó fue el alma herida de un país sorprendido en su letargo de Seguridad y desbordado por el dolor y la tristeza.

En directo, por las cámaras de los terroristas, vimos comunidades enteras destruidas, cuerpos salvajemente mutilados, expresiones de júbilo en la parte palestina y en gran parte del mundo árabe ante la orgía de salvajismo desatada contra la población indefensa de Israel, que dormía en sus casas o disfrutaba de un concierto de música electrónica.

Vimos también cómo la población se movilizaba para defenderlo, cada uno según su circunstancia y posibilidades. Se sacaron los uniformes del armario, se organizaron grupos de rescate, se abrieron comedores y centros de logística. No era una opción: es una necesidad compartida servir al país aunque algunos, dos años después, sigan sin entender y mantengan exigencias egoístas o mesiánicas.

Dos años de resiliencia de una nación cuyos líderes no siempre han estado a la altura. Los familiares de los secuestrados siguen esperando y el silencio duele. Dos años después, los israelíes tienen las heridas abiertas; algunas son muy visibles; otras sangran por dentro. Pero todos tienen la certeza de que el país lo sostiene su gente. La misma que abrió sus casas a desconocidos, que transformó la tragedia en un acto de solidaridad. Porque si algo enseñó el 7 de octubre es que Israel puede quebrarse políticamente, pero nunca emocionalmente. Y que cuando la Historia les pone a prueba, la respuesta más fuerte no viene de la Knesset - Parlamento -, sino que sale del corazón de sus ciudadanos. Dos años después del 7 de octubre, los israelíes siguen recordando, siguen esperando y siguen unidos en los esencial: el derecho a vivir en paz. Y por eso se moviliza para defenderlo.

El 7 de octubre es una fecha que ya está marcada en el calendario de la iniquidad humana. Será una fecha de recuerdo de la ignominia y la brutalidad contra una sociedad, la israelí, hoy profundamente herida. Y será la fecha de la vergüenza para para todos los que se han posicionado a favor del lado oscuro y los que han mirado para otro lado.   

jueves, 27 de febrero de 2025

Quédate a mi lado


Hay días en los que es mejor no decir nada. Días en los que las palabras sobran y las imágenes lo dicen todo. Israel vive un tiempo de luto que ya dura demasiado. Son tiempos de lamento desde aquel 7 de octubre que todo lo cambió. Un día fatídico que nos recuerda el tipo de conflicto en el que está inmerso Israel, con todos los dilemas políticos, militares y morales que plantea, y que nos indica también por dónde van a ir las dinámicas regionales que no son nada favorables a Israel.

Tiempo de luto, tiempo de lamento. Imágenes congeladas en el tiempo de alegría y alivio para los que consiguen poner fin al infierno del cautiverio y se convierten en el símbolo de la resistencia frente a la brutalidad. Interrogantes por el destino de los que aun quedan en Gaza (54) en poder de esos desalmados, por las decisiones políticas y militares que se están tomando y por el precio que Israel está dispuesto a pagar para traer a todos a casa.

Toda guerra tiene una dimensión humana. Los rehenes son piezas de un intercambio político, pero también el símbolo del sufrimiento humano. La muerte de amigos, de familiares, de conocidos; la caída de 840 soldados que dieron su vida; los 5600 soldados heridos; el trauma de una sociedad herida. Cada liberación es en sí misma un trauma, y para los que salen comienza también un período de recuperación física y psicológica que los va a acompañar probablemente durante el resto de su vida. Nos quedamos con la imagen del regreso a casa, arropados, queridos, cuidados. Robamos por un instante el protagonismo a sus secuestradores y torturadores para dárselo a ellos, a sus víctimas. Aun así, no es suficiente. Porque todo lo que piensan, todo lo que hacen, todo lo que harán es malo y los israelíes lo saben. El tiempo pasa y el 7 de octubre se diluye en el tiempo para todos los que son incapaces de dimensionar que cuando la religión y el fanatismo convierte a los hombres en asesinos Dios llora.

Israel se tiñe de naranja. Yarden Bibas, un hombre roto que vuelve del infierno de los túneles de Gaza para enterrar a toda su familia, describe en pocas palabras que el valor de la vida se mide por la ética de la responsabilidad. Una nación entera sumida en el duelo. Israel ganará esta guerra, no por las batallas que estén dispuestos a librar y la voluntad de ganarlas, sino por lo que son. No por lo que hacen sino por quienes son. "Quédate a mi lado, no te vayas. Mírame desde donde estés y aléjame de las malas decisiones. Ayúdame a no caer en la oscuridad. Te quiero".

Descansa en Paz Shiri, Ariel y Kafir. Descansad en Paz todos los que os ha sido arrebatada la vida de la forma más cruel. Que la Tierra os sea leve.   

domingo, 9 de febrero de 2025

Soluciones extremas para tiempos extremos


Ohad Ben Ari, Or Levi y Eliyahu Sharabi son los nombres de los tres últimos rehenes liberados por Hamas en el marco de la primera fase de la tregua de 42 días pactada con la organización terrorista para liberar a 33 secuestrados (tanto vivos como muertos) a cambio de que Israel libere de sus cárceles a un número indecente de presos palestinos condenados por terrorismo y delitos graves. Intercambio descompensado de gente normal y pacífica, arrancada violentamente de sus casas, a cambio de  indeseables y personas altamente peligrosas cuyo objetivo vital es matar. 

El precio a pagar por devolver a su gente a casa es un debate público en Israel que genera controversia. La disputa sobre la percepción acerca de los objetivos de la guerra plantea dilemas desde el comienzo de las operaciones militares que ni el gobierno ni las Fuerzas de Defensa – las IDF – han logrado resolver. Derrocar a Hamas y devolver a los rehenes parecía un objetivo coherente que el paso del tiempo ha demostrado que es incompatible. El tiempo se agota, los rehenes mueren en cautiverio, no es posible extraerlos mediante operaciones militares, la destrucción de Hamas parece un objetivo lejano y el precio a pagar es tan elevado para la seguridad de Israel que las soluciones radicales, como la planteada por el presidente norteamericano Donald Trump de convertir Gaza en un protectorado norteamericano es aceptado por el 69% de la población. La expulsión de los palestinos de Gaza, teniendo en cuenta que los mensajes propagandísticos de Hamas no dejan lugar a dudas de que el objetivo de volver al “diluvio de Al-Aqsa” sigue vigente, no debería sorprender. En tiempos extremos, las respuestas a las soluciones definitivas también son extremas, sabiendo que el anhelo destructivo de los palestinos es incansable. Las amenazas de seguridad no desaparecen, así que, el pensamiento mágico se impone: hagamos desaparecer a los provocadores y que los acojan los chiflados en occidente, hiper radicalizados e hiper subvencionados.

La preferencia por el colapso de Hamas frente al regreso de los rehenes o la necesidad de alcanzar un acuerdo han politizado en exceso las manifestaciones de solidaridad con los familiares de los secuestrados. Pero el acuerdo no escrito entre el Estado y sus ciudadanos, según el cual ningún herido, prisionero o caído se deja atrás, es un deber moral que cobra más sentido, si cabe, ante el abandono de asistencia por parte de las organizaciones humanitarias internacionales y la indiferencia, ante la suerte de los rehenes aun en manos de Hamas y otras organizaciones terroristas que se disputan la Franja de Gaza, que muestra una comunidad internacional que ha perdido toda moralidad y sentido de decencia ética. Cómplices necesarios de la barbarie, los medios de comunicación, instalados en un relato confuso, replican las operaciones de propaganda de grupos terroristas, dañando una reputación ya de por sí cuestionada.  

Cuando se cumplen 80 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, recordar las lágrimas de las víctimas de la Shoa empieza por denunciar a los que niegan la magnitud de las masacres del 7 de octubre y equiparan víctimas con verdugos. Unas atrocidades que no entran en la categoría actual de crimen contra la humanidad por su radicalidad, por lo que se ha tenido que acuñar un término nuevo: kinocidio. Los terroristas de Hamas perpetraron deliberadamente ataques sistemáticos contra familias israelíes, para maximizar al máximo el sufrimiento de las víctimas y romper uno de los vínculos más fuertes de la Vida. Celebraron las atrocidades en tiempo real porque su culto es la muerte. Su infancia, maltratada, son el próximo ejército que tomarán las armas y resistirán esa ocupación imaginaria. Lo dicen sus propias madres, orgullosas de que sus hijos mueran matando judíos en nombre de ese dios que sólo deja cicatrices en la humanidad. Ya no sirve el Nunca más, sino  el Nunca más es ahora, porque el antisemitismo no es cosa del pasado, sino una semilla muy arraigada y regada.

El circo de terror montado por Hamas para devolver con cuentagotas a los 33 rehenes comprometidos en esta primera etapa de la tregua refleja el paradigma al que se enfrenta Israel y el desafío para un Occidente ciego. Algunos rehenes regresan a casa sólo para enfrentarse a la devastadora realidad de que sus seres queridos se han ido. La reconstrucción de sus vidas, a partir de sus testimonios, permite dar forma a la crueldad sádica a la que han sido sometidos, sólo por placer, por unas mentes perturbadas que inexplicablemente despiertan una atracción difícilmente comprensible en las sociedades libres. Groseras muestras de odio contra Israel en todo el mundo mientras en el infierno de los túneles, cuerpos marcados por la tortura, la inanición, la insalubridad y el sufrimiento extremo se aferran a un hilo de esperanza que les permita sobrevivir en esta cartografía del terror que recuerda tanto a los tiempos oscuros que vivió Europa no hace mucho tiempo.

Vienen días muy difíciles para Israel. Las imágenes de Ohad, Or y Eliyahu atormentan porque demuestran que la humanidad ha vuelto a fallar. Que se necesita un cambio de estrategia radical para romper el ciclo vital de una sociedad acostumbrada a la violencia, el victimismo y la subvención. Y que en medio de una turba fanatizada, Israel, el país de los judíos, a pesar de su tristeza y soledad, es aún más fuerte.  


jueves, 16 de noviembre de 2023

7 de Octubre de 2023, punto de inflexión irreversible.

 

    El 7 de Octubre de 2023, a las 6:30 horas de la mañana, el reloj se paró en Israel, en el mundo judío de la diáspora y para quienes creemos en la libertad y en la dignidad del ser humano. Aunque cada pérdida de vida es dolorosa, y los ciudadanos de Israel están acostumbrados a episodios de violencia intermitente y a vivir situaciones de tensión con sus vecinos, la narrativa desarrollada por la propaganda palestina  durante décadas dio un salto cualitativo de proporciones mortales como no se conocían desde los tiempos de las matanzas nazis en Europa del Este durante la Segunda Guerra Mundial.

Llamada a la Yihad global contra Israel, el pueblo judío, los Estados Unidos y los simpatizantes de los sionistas. Mesianismo, venganza y honor. Mezclar la ideología religiosa de un iluminismo mesiánico con la paranoia de la protección del honor de los musulmanes y la sociopatía política de que Israel es un Estado ilegítimo y racista que merece desaparecer de la faz de la tierra, es un coctel  peligroso que, encima, engancha a los occidentales a la defensa de la causa palestina por medio de la interpretación idílica de una idea de resistencia vinculada a supuestas causas humanitarias y anticolonialistas. ¿Hay alguna razón psicológica que explique la adhesión al terrorismo? Porque no se comprende, desde una perspectiva de moral y ética sana, entendidas estas como la capacidad innata del ser humano de distinguir el bien del mal, que haya personas que descubren que, en nombre de una causa superior que antes era la de la justicia social y ahora una identidad que te da carta blanca para hacer barbaridades, puedan pasar a la historia.

Es verdad que hay ideologías que son más propensas a caer en las redes del Mal y deslizarse hacia la violencia. Nos tranquiliza pensar que hay individuos lunáticos, psicópatas o socialmente deprimidos capaces de cometer actos de salvajismo o brutalidad excepcional. Los hay. Pero la muerte social de la víctima es la antesala, no de una mente psicológicamente enferma, sino de un sadismo estructural que forma parte de la condición humana. Y en ciertas culturas, o pueblos, o movimientos ideológicos o religiosos, el odio y el victimismo es el motor de su existencia. El iluminismo yihadista es una de esas ideologías perversas que divide al mundo en puros y herejes. El nazismo, el comunismo o el antisemitismo son también las metástasis de un cáncer que deshumaniza al individuo. El progresismo wokista y su proyección abstracta de identidades frívolas, enarbolando banderas y asumiendo consignas que ponen los pelos como escarpias, son los tontos útiles y necesarios en la difusión de una información bajo control de una organización terrorista (Hamas).

Cómo un individuo normal se convierte en genocida – o promotor de genocidios - es el enigma que han tratado de resolver Hannah  Arendt (La condición humana, Paidós, 2016) o James Waller (Ordinary People Commit Becoming Evil: How Genocide, and Mass Murder, OUP USA, 2006) entre otros. La necesidad de entender el Mal nos permite distanciarnos, ponerle excusas a lo que no es sino la aceptación social de que la matanza indiscriminada de Hamas de más de 1400 ciudadanos israelíes y 240 secuestrados retenidos como escudos humanos, es un antisemitismo de libro disfrazado de antisionismo. Porque el proceso de deshumanización de las víctimas israelíes comenzó el mismo 7 de Octubre, cuando ni siquiera el gobierno de Israel había definido sus objetivos políticos ni militares, ni se había planteado aun ningún operativo en Gaza. Acusaciones de desproporcionalidad y de crímenes de guerra a un país sujeto a las estrictas normas del Derecho Internacional y las Convenciones de Ginebra por parte de los apologistas de una Gaza idílica que es en su totalidad un gran campamento terrorista armado bajo el control de Hamas y la pléyade de organizaciones terroristas y paramilitares que se disputan su liderazgo. Es la distancia psicológica necesaria para encubrir que, aunque los terroristas de Hamas, los civiles que les acompañaron y los periodistas que lo documentaron publicitaron una masacre que pone en dudas toda esperanza de paz con este tipo de enemigos, la víctima temporal (Israel) es el agresor perpetuo de una tierra que ocupa ilegalmente. Y como celebrar la barbarie queda feo, al menos en el occidente civilizado, organizaciones sesgadas como Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional (CPI) obvian que la existencia de Hamas y de organizaciones similares son, en sí mismas, un crimen contra la humanidad.

El pasado 7 de Octubre se produjo un punto de inflexión irreversible en la conciencia nacional israelí, y una quiebra moral en la humanidad. La historia nos recuerda que hay seres humanos capaces de hacer cosas abominables. El terror de las víctimas, y lo que Joseph de Maistre denomina el entusiasmo de la carnicería (La Ley de la Guerra), un sentimiento al que incluso los hombres más civilizados parecen no ser inmunes, nos coloca ante el espejo, que sin ambages, nos devuelve la mirada enferma de una sociedad postmoderna cuya voluntad herida se desvanece en una lógica utilitarista que no deja espacio para la compasión.    

lunes, 23 de octubre de 2023

La trampa de Hamas

 

A las 6:30 de la mañana del sábado 7 de octubre de 2023, la población israelí se despertaba con el sonido de las alarmas antiaéreas que alertaban del lanzamiento de cerca de 5000 cohetes y misiles disparados desde la Franja de Gaza. Israel está acostumbrada a vivir situaciones de tensión con sus vecinos y episodios de violencia intermitente. Su población es resistente y resiliente, lo viene demostrando desde que hace ya 75 años se creara su pequeño Estado en medio de un universo geopolítico – Oriente Medio - complejo. Los Territorios de Cisjordania y Gaza, ocupados o en disputa según las narrativas, son fuente de tensión creciente. La Franja de Gaza es una zona especialmente caliente, y el lanzamiento de misiles, globos incendiarios o actividades de protesta en la frontera que terminan en disturbios son asuntos que los gobiernos israelíes tratan de gestionar como problemas de Seguridad interna, contando, en los momentos más graves, con las autoridades egipcias para que medien entre los líderes de Hamas – la organización que gobierna la Franja desde 2007 - y otras organizaciones paramilitares y terroristas que disputan su influencia, para la desescalada de las hostilidades.

Como parte de la campaña de incitación de Hamas, y los intentos por despertar a los escuadrones durmientes en Cisjordania – gobernada por la Autoridad Nacional Palestina - para que realicen acciones de venganza, esta organización político-paramilitar considerada terrorista por diferentes países, entre ellos Estados Unidos y la Unión Europea, viene desarrollando una narrativa, a través de su sistema de propaganda, en la que mezcla, de manera eficaz para su público, los aspectos religiosos de un iluminismo mesiánico que sitúa a Palestina en la esfera de la conciencia, con el aspecto más político y terrenal de la lucha contra lo que considera la ocupación y la protección del honor de los musulmanes. Mesianismo, venganza y honor, en un cocktel mortal que engancha a los occidentales a la causa palestina por medio de la interpretación idílica de una idea de resistencia vinculada a causas supuestamente humanitarias y anticolonialistas.

Ya en 2021, el que fuera el portavoz del ala militar de Hamas, el Jefe del Estado Mayor, Muhammad Daf, decía en un mitin público que Hamas mantendrá su promesa e Israel pagará un alto precio por sus acciones. Khaled Mashal, el líder fundador, llamaba a la yihad global contra Israel, el pueblo judío, los Estados Unidos y los simpatizantes de los sionistas.  Cuando un grupo terrorista o una organización salafista amenaza hay que creerle, y el liderazgo israelí, ensimismado en su crisis política interna y en la gestión de las actividades antiterroristas en Cisjordania, quizá se confió demasiado en la sofisticación tecnológica de la valla de Seguridad de Gaza y en que el permiso de entrada a 20.000 palestinos de Gaza al día para trabajar en las comunidades cercanas les permitiría mejorar sus condiciones económicas y, por tanto, desactivar sus motivaciones para enfrentarse militarmente de nuevo a Israel.

Pero Hamas ha jurado aniquilar al Estado de Israel. Lo dice su Carta Fundacional y lo repiten sus líderes. Para el integrismo islámico Israel, un Estado judío, mancilla las tierras del islam. Para los movimientos occidentales llamados progresistas, Israel es el ilegítimo ocupante de una tierra arrebatada. Para las grandes potencias, Oriente Medio es un tablero, y el conflicto palestino-israelí las piezas intercambiables de un juego en el que las vidas no merecen valoraciones geopolíticas altruistas. De ahí los llamamientos a la contención frente a la respuesta que se prevé por Israel y la tibieza y de la condena del terrorismo de Hamas, pese a que la misma organización reveló el alcance de la barbarie en una serie de videos que fue publicando en varios canales y en las redes sociales. Responsabilidad compartida, también de los medios de comunicación, que presentan un ángulo mediático con fallas éticas que caen en la desinformación y en la invisibilidad de las principales víctimas, los civiles israelíes, objeto directo y deliberado de un ataque que cogió a Israel por sorpresa. Porque las palabras importan, precisamente porque establecen el marco mental y moral del discurso y la comunicación.

El mito que vende de forma explícita Hamas, pero en realidad comparte toda la constelación de liderazgos palestinos que se disputan el control de la causa, de que hay una nueva generación palestina que lucha por Jerusalén y por Al-Aqsa, es lo que el mundo descubrió con estupor y horror, al menos la parte menos contaminada ideológicamente, el sábado 7 de octubre cuando entendió que el lanzamiento de misiles no era sino una operación de distracción que ocultaba la incursión, en territorio israelí, por aire, tierra y mar, de las unidades paramilitares de las Brigadas Ezzedin Al-Qassam con un propósito aterrador. El brazo militar del Movimiento para la Resistencia Islámica, más conocido como Hamas, tras romper las barreras de Seguridad y matar a los soldados de las bases militares próximas, se infiltraban y dispersaban, en una operación perfectamente planificada y estructurada en tiempo y recursos, en el interior de Israel, sembrando un terror sin precedentes entre la población civil y militar de dos ciudades y 22 comunidades agrícolas – kibutzim- del sur del país. Miles de terroristas asesinaban, de la manera más salvaje como no se recordaba desde las matanzas de judíos en Europa del Este durante el holocausto, a más de 1400 israelíes en el corto espacio de unas horas, dejaban más de 3000 heridos y secuestraban a más de 200 mujeres, ancianos y niños para ser llevados como rehenes a Gaza. Los vídeos difundidos por Hamas, en un juego psicológico que recordaba al Estado Islámico o Daesh, no dejaban duda alguna del marco ideológico en el que se sitúa un conflicto que es religioso para los fundamentalistas islámicos, por más que nos empeñemos desde la racionalidad occidental en explicarlo desde la perspectiva estrictamente política. Rehenes para conseguir réditos políticos, como instrumento de guerra psicológica y para utilizarlos como escudos humanos, la narrativa deshumanizadora de Hamas enfrenta al Estado de Israel al dilema de ser fuertes y valientes en el plano militar para responder a la amenaza planteada a su Seguridad y erradicar las capacidades operativas de Hamas, pero también en lo moral y lo espiritual, conservando las limitaciones que le impone el Derecho Internacional y su propia tradición de respeto a la vida. Israel no está preparada para una guerra larga, menos ahora con una población traumatizada y con la necesidad de no perder la batalla del relato ante una organización terrorista que sabe manejar muy bien los tiempos del victimismo a su favor y una opinión pública internacional volátil en los afectos.

Caer en la trampa de Hamas con una incursión terrestre a gran escala en Gaza puede costar un número de víctimas insoportables: para Israel, que gestiona cómo reponerse de la pérdida y de la sensación de vulnerabilidad, y para los civiles palestinos, utilizados como escudos humanos por sus dirigentes, que no dudan en convertir centros civiles en objetivos militares. Dado que Hamas sitúa la infraestructura militar en el corazón de la población civil de la Franja de Gaza, incluidas casas residenciales, hospitales, escuelas, parques o mezquitas, evitar daños colaterales excesivos va a ser tarea imposible. Entre otras razones, porque el paradigma de Israel ha pasado del Nunca más al Nunca jamás.

Destruir la infraestructura y la capacidad ofensiva de Hamas es relativamente fácil si se está dispuesto a asumir un elevado coste político y mediático. Destruir la idea que subyace a una visión dicotómica del mundo y la realidad va a resultar más complicado si las democracias liberales, por encima de intereses partidistas, incluso ideológicos, no entienden que la deriva ideológica de un islam salafista y radical debe ser neutralizado ejerciendo presión sobre los países que tienen influencia sobre Hamas, como Irán, Turquía o Qatar. Porque el riesgo de una escalada regional tendría consecuencias globales imprevisibles

viernes, 21 de abril de 2023

75 Aniversario creación Estado de Israel

 

En la historia judía ha habido muchos momentos transformadores. Los obstáculos y el ostracismo al que los judíos se han enfrentado a lo largo de su existencia no les han impedido desarrollar su talento y sus habilidades en todas las esferas del pensamiento y las artes, la Ciencia o la Innovación, ya fuera en el campo de la medicina, la moda, el cine, el comercio o los aspectos más disruptivos de la tecnología, que han terminado por transformar la vida de miles de personas en el mundo, incluso a sus enemigos y detractores. Convertir desiertos en campos florecientes o pantanos en parques de alta tecnología aplicando estrategias de impacto es sólo la parte visual y más llamativa de una actitud frente a la Vida cuya fortaleza está fuertemente unida a los Principios Morales que se resumen en el Precepto de “quien salva una vida salva a la humanidad entera”, y que tiene al riesgo como opción ante la necesidad de salirse de la realidad de alternativas limitadas que la modernidad les proporcionaba.

Saltar las barreras invisibles que seguían vigentes a pesar de la emancipación, o la búsqueda de la aceptación y la necesidad de interacción social, necesariamente tenía que llevar a reformular su lugar como judíos en las sociedades modernas y a la búsqueda de una autonomía judía dentro de un Estado judío. El antisemitismo terminó por concretar la utopía del regreso a la tierra de sus ancestros, y el Estado de Israel, pese a los desafíos que enfrenta desde su fundación, es un país plural, solidario, con una riqueza humana envidiable, que cuenta con las mejores Universidades del mundo, ha dado más Premios Nobel que toda la humanidad junta siendo apenas el 1% de la población mundial, y con sus luces y sus sombras, como cualquier otro país en el mundo.  

Impresiona su fuerza de superación inquebrantable en un entorno hostil que hoy el pragmatismo de la geopolítica está cambiando. Impresiona su apuesta por la libertad individual y colectiva, por la cohabitación entre sus costumbres ancestrales y la modernidad de un Estado democrático y de Derecho, puntero en Ciencia y Tecnología. Personalmente siento una gratitud infinita por el país y la región en la que está cosida mi alma; por las personas que me recibieron y me siguen recibiendo con los brazos abiertos, que me regalaron su amistad y cambiaron mi percepción de la vida.

*Nota: Este artículo es una contribución original para el Anuario de la Asociación de Amigos de la Universidad de Tel Aviv con motivo de la entrega del Premio Maimómides 2023. El enlace a la revista  https://player.flipsnack.com/Anuario Amigos TAU 2022_23



  

sábado, 7 de enero de 2023

Las fisuras por las que supura el antisemitismo

 La Memoria se alimenta de la Historia. El Libro de los Recuerdos sigue abierto, y el pueblo judío, disperso por todos los rincones del mundo, es la mano que sujeta la pluma. En el día más especial del año, de ayuno y reflexión, de crecimiento y purificación, Israel cierra su espacio aéreo y las calles vacías de tráfico y transeúntes nos recuerdan a los días de confinamiento por la pandemia del covid19. Pero Yom Kippur no es el nombre de ningún virus, sino el del día más solemne de cierre de un calendario de diez días extremadamente santos que tiene lugar al anochecer del noveno día del mes de Tishrei según el calendario hebreo – del 3 al 4 de octubre -. 

Perdonar para que el dolor del pasado no arrastre el presente y lastre el futuro, pero también porque el dolor envenena nuestra mente y nuestra alma, y nos impide regocijarnos del regalo de estar vivos. Un alma esclava del rencor es un alma prisionera. Acto de confesión individual, pero también colectiva. 

Un hombre rencoroso, una nación rencorosa, no avanza. Quizá por eso, desde los tiempos inmemorables, el pueblo judío, a través del simbolismo del ayuno y la expiación, ha cerrado el círculo del dolor y ha emprendido el camino de la liberación por medio de la cura del perdón. No se trata sólo de revisar una conducta. Sin ese diálogo con Dios, sería imposible explicar la forma que tienen de afrontar y dar la mano a quien quiere aniquilarte de una manera inmisericorde desde el comienzo de los Tiempos, mutando las razones y el modo para hacer conveniente un prejuicio que se antoja desproporcionado, subjetivo y muy selectivo. Incluso ahora, cuando existe un santuario – el Estado de Israel – donde escapar y estar teóricamente a salvo de ese sentimiento insano. Porque el antisemitismo, representado hoy en los boicots económicos, el terrorismo, los actos vandálicos o las maniobras diplomáticas, avanza como una mancha por todo el mundo, - incluso en el llamado democrático y civilizado -, y la violencia interna se intensifica al tiempo que Israel amplía su presencia estratégica en la región y desarrolla sus capacidades ofensivas y defensivas en colaboración con gobiernos que hasta ahora parecía impensables.  

Han pasado ya tres meses desde la Fiesta del Perdón y los israelíes se han vuelto a poner a prueba. Campañas de intoxicación y propaganda, hostigamiento a la población, ensalzamiento del terrorismo, ataques con piedras, cocktail molotov, explosivos, armas de fuego o apuñalamientos. La violencia palestina en 2022, en cifras, ha dejado un saldo  de 31 israelíes asesinados y 734 heridos, pero también una sociedad profundamente dividida. El 1 de noviembre, la ciudadanía viraba electoralmente al centro-derecha al apostar por una coalición más estable de 64 diputados – en la que se integran los haredies y la derecha nacionalista religiosa - , liderada por un Benjamin Netanyahu que regresaba a la primera línea de la política, tras el paréntesis de la coalición Bennett-Lapid-Gantz, prometiendo gestionar de forma más eficiente las cuestiones de Seguridad y su relación con los palestinos. Pero sobre todo, asumiendo el mensaje de garantizar el interés nacional por encima de la subordinación a los intereses de Washington o a cualquier otra consideración de apaciguamiento a una Comunidad Internacional que les es hostil, y que no disimula, ni su guerra contra la identidad y la soberanía judía en la región, ni su indulgencia hacia una causa palestina irreal diseñada para mantener activo un enfrentamiento deliberadamente inflamado.

Esperanzas de paz frustradas ante la constatación de la falta de voluntad de querer compartir cualquier parte de tierra con los judíos, y baño de realidad de una población cansada de asumir los elevados costes en vidas de lidiar entre la negociación y la confrontación. Polarización también interna, riesgos de fractura social y acusaciones de querer restringir derechos civiles ante el negativo impacto que en la población está teniendo las demasiadas concesiones a los nuevos socios de gobierno, no sólo en carteras ministeriales, sino también en compromisos sobre medidas específicas para favorecer a sectores muy minoritarios del espectro ultraortodoxo en detrimento de la mayoría de la población. Atisbos de reformas legales planificadas que suponen una quiebra del sistema constitucional del país según sus críticos, y decisiones personales de miembros del nuevo gobierno que impactan por la alta sensibilidad de una simbología que se presta a un análisis político con diferentes puntos de interpretación.

Israel sabe que juega en la liga de los equilibristas en la cuerda floja, y que cualquier movimiento es interpretado con los ojos del que mira a través de un caleidoscopio. La visita del ministro Ben Gvir al Monte del Templo, el lugar más sagrado para el pueblo judío, bajo soberanía israelí pero sometido a un status quo utilizado por la Autoridad Palestina para vetar la presencia judía en la zona, ha roto las fisuras por las que supura el antisemitismo. Y porque el contexto importa y son las palabras las que transmiten la Historia, en este punto de inflexión para avanzar hay que arriesgar. Apartheid, ocupación, colonos, provocación, ofensa… son términos que diluyen intencionadamente la conexión de los judíos de la tierra y los lugares de la que son parte y en torno a los cuales gira su cultura y su fe. Israel perdió la guerra de la narrativa en el mismo momento en el que aceptó sucumbir al chantaje de una Autoridad Palestina hiperventilada política y económicamente a nivel internacional y que amenaza constantemente con desencadenar olas de violencia cada vez que se siente frustrada. 

Los Acuerdos de Abraham han marcado el comienzo de un capítulo nuevo en la historia de Oriente Medio. No sólo formalizaron unas relaciones cordiales que ya existían desde hacía años con los países del Golfo, sino que sacaron de la ecuación de la paz a los palestinos. Estamos, por tanto, ante una realidad nueva en la que los palestinos ya son secundarios en la agenda internacional y regional. Los sucesivos gabinetes israelíes, conscientes de que hay fuerzas aún más extremistas en el campo palestino – Hamas, Yihad Islámica -, han cooperado con la Autoridad Palestina para evitar su colapso. El nuevo gabinete, dispuesto a frenar la campaña contra Israel a nivel internacional y la violencia interna, no está comprometido con seguir fortaleciendo una organización que incita al terrorismo y a la que considera enemiga. A Mahmoud Abbas no le queda mucho tiempo – por edad y salud - y si no es capaz de asumir un liderazgo pragmático y aprovechar las oportunidades que los nuevos socios de Israel, en el marco de los Acuerdos de Abraham, le ofrecen para avanzar en la transformación hacia un Orden Económico y de Seguridad integrado y estable, el nuevo gabinete israelí no tendrá ningún reparo en permitir que la Autoridad Palestina colapse, aunque eso signifique que el campo palestino se enzarce en una guerra civil por el liderazgo y se diluyan, para siempre, los sueños de una nación independiente junto a Israel. La palestina es una sociedad rencorosa que no avanza. Perdonar para que el dolor del pasado, que lastra el presente, no arrastre el futuro, y reconocer que la Memoria que alimenta su Historia está distorsionada, debería ser el último acto de reconciliación y amor por su pueblo de un hombre que está a las puertas de atravesar el umbral del Más Allá.      

martes, 19 de abril de 2022

Historias que construyen Memoria.

 

En el triángulo que une las ciudades de Acre, Haifa y Nahariya, al oeste de la Galilea, en medio de una llanura de campos verdes y junto a un Acueducto de la época del Imperio Otomano, se encuentra un kibutz que hoy está integrado en el circuito de las rutas obligadas de la Memoria, pero que en 1999 era un lugar apartado y prácticamente desconocido a pesar de haber sido creado en abril de 1949 por 150 judíos supervivientes del Holocausto, entre los que se encontraban alrededor de 20 que habían luchado y sobrevivido al levantamiento del gueto de Varsovia durante la primavera de 1943, el mismo día que comenzaba Pesaj, la Pascua judía. Una de ellas era Chavka Raban, fallecida en enero de 2014 y de cuyo testimonio en aquel emblemático lugar años después guardo grato recuerdo.

El Informe realizado por el general de las SS Jürgen Stroop para celebrar la victoria sobre los judíos, y cuyo facsímil pude tocar y hojear con el corazón encogido en la biblioteca de Yad Vashem de Jerusalén en 2011 – el original se halla en los Archivos Nacionales de Washington DC - es el testimonio gráfico de la degradación moral de una sociedad aniquilada en su humanidad que es capaz de ver heroicos soldados combatiendo a escoria humana cuando el resto de la humanidad ve la expresión más grotesca de la inhumanidad del hombre. Asomarse a la ventana de la Historia a través de sus protagonistas resulta inquietante. A veces el tiempo se detiene ante esta triste y dolorosa cicatriz en la conciencia del ser humano. En otras ocasiones, el número tatuado en el brazo es la marca del recuerdo de infancias, adolescencias y vidas adultas interrumpidas bruscamente, de culturas arraigadas, de amor y oscuridad en una relación contradictoria que sólo desea vivir. Imaginar lo inimaginable a través de las fotografías o intentar penetrar en las razones de los que sellaron su destino e inmortalizarlo con tinta es lo único que podemos hacer los que no estuvimos allí para dar sentido a esos destinos que se definen en un instante.     

Apenas seis años después del final de la Segunda Guerra Mundial, un año después de haberse proclamado el nacimiento del Estado de Israel y recién terminada la Guerra de Independencia, los supervivientes que llegan heridos por sus vivencias a un país por edificar y marcado también por profundas confrontaciones ideológicas, sienten la fuerte determinación de atestiguar cómo la Shoa había desafiado las relaciones humanas establecidas y cómo, rodeados de explotación y muerte, fueron capaces de ampararse en la comunidad para sobrevivir y afrontar tanta atrocidad.

En realidad, desviarme de la carretera principal y descubrir por casualidad Beit Lohamei HaGeta´ot – la Casa de los Combatientes del Gueto – aquel soleado día de primavera de 1999 fue una bendición en un momento anímico particular, que me sirvió para conectar aún más con las historias que construyen memoria y con la idea de que vivir y morir libremente es un acto de valentía, más en tiempos de guerra, cuando una insurrección contra la muerte en la humillación es una mera cuestión de dignidad. Dilemas que plantean las diferentes formas de resistir cuando todo está perdido y cuando las imágenes que la memoria nos pide recordar nos impulsan a rescatar las identidades y las narrativas perdidas. Preservar la memoria de las víctimas es una obligación moral aunque duela. El propio Primo Levi era consciente de que el recuerdo de un trauma es en sí mismo traumático porque recordarlo duele (Levi, 1989, Los hundidos y los salvados, Barcelona, El Aleph Editores, 2011). El profesor Israel Gutman, fallecido en octubre de 2013 y a quien tuve el privilegio de conocer en 2011 durante mis estudios en la Escuela Internacional para la Investigación del Holocausto de Yad Vashem, reconocía que el pasado había dejado en cada uno de los sobrevivientes un sedimento profundo que los acompaña toda su vida (Gutman, 2003, Holocausto y Memoria, Jerusalén: Graphit Press Ltd). Sedimento que les deja también a sus familias, porque las heridas que no se ven son las que más dolor provocan, sobre todo cuando pedir ayuda se considera un signo de debilidad que amenaza a la nación.   

La compleja realidad de Seguridad de Israel hace que su sociedad viva en constante alerta. Israel es un lienzo tejido con los hilos de la memoria. Memorias cruzadas de identidades múltiples unidas por la palabra, la creación y el destierro constante. Antes, cuando la vida cabía en una maleta, y ahora, que se enfrenta igualmente a dilemas ante un miedo existencial que confrontan creencias y expectativas y cuando el mito del sacrificio heroico se derrumba ante eventos adversos que están fuera de control. Heridas en el alma de una nación multicultural y heterogénea sometida a la ansiedad y la frustración de tener que aceptar como normal la anormalidad de ser el único país del mundo cuestionado en su legitimidad, y de vivir bajo el estrés de aceptar la pérdida y el dolor como parte del precio de querer ser libre en un entorno hostil. Las heridas del alma nos acompañan toda la vida, me recordaba hace ya algunos años con tristeza Eran Golani, un veterano de la unidad Givati que perdió a cinco de sus amigos una funesta noche de 1990 durante su servicio militar en el Líbano. Cómo no sentirse impotentes frente a la exposición constante a una guerra, los atentados terroristas, los frecuentes lanzamientos de misiles que interrumpen la vida cotidiana o la pérdida de vidas sin ver una causa o un propósito en el daño ocasionado, más allá del simple odio que manifiesta el que empuña un cuchillo o atropella a unos transeúntes al azar.  

La certeza de querer salvarse necesita liderazgos fuertes y que una parte de la población esté dispuesta a rendir al máximo nivel para poder sobrevivir y transmitir normalidad a una ciudadanía que sigue necesitando la figura del héroe que vive y muere por el Estado ante la ansiedad y la incomprensión que genera las explosiones de alegría desatadas en los ambientes más radicales tras los asesinatos de israelíes. Costumbre difícil de asimilar para quien no se haya educado en un entorno social e institucional que glorifica el terrorismo y premia las acciones criminales elevando la categoría social de la familia del agresor. Un desafío que precisa de un tiempo nuevo para tomar decisiones críticas sobre la capacidad para enfrentar las amenazas externas, pero también ante el desgarro interno y la polarización que afectan a la identidad nacional.

El 19 de abril de 1943, en un contexto de adversidad, incertidumbre y muerte, se gestó una de las hazañas más osadas y emblemáticas de la resistencia judía. Tres organizaciones judías decidieron no resignarse al hambre, las deportaciones a los campos de concentración y exterminio y a la barbarie nazi. Hoy, 79 años después, cuando los  héroes de sangre que entonan cantos patrióticos son profetas de una ira que alaba el sacrificio del alma, la yihad y la lucha armada contra Israel, los soldados de Israel seguirán defendiendo a los israelíes del terrorismo, porque las olas de violencia recurrentes, los discursos de incitación al odio y el antisemitismo son las señales del recuerdo de aquel tiempo oscuro que no puede volver a pasar.  

No hay posibilidad de acuerdo y reconciliación con una sociedad enferma que celebra el asesinato como forma de vida y que utiliza el terrorismo como vía para condicionar la política internacional. Hoy, 79 años después, la fortaleza de un pueblo que resiste unido a la barbarie y el sinsentido sigue siendo el pilar que garantizará que en el futuro, el Estado de Israel se mantenga fiel a sus principios democráticos en un entorno regional peligroso y en un área inestable. Que las víctimas de este sangriento Pesaj de 2022 Descansen en Paz, en la Tierra que os abraza con el corazón roto.

domingo, 19 de septiembre de 2021

El amanecer de la Paz.

 

Hay efemérides que pasan desapercibidas, otras que son significativas, y algunas que dejan una huella profunda, en el corazón y en la Historia, sobre todo si el hilo que las teje son acontecimientos o personajes extra temporales que llaman a la conciencia universal y observan, desde las profundidades de los secretos diplomáticos, la evolución de una región tan nombrada como poco conocida. 

Cuando en 1993 Simon Peres, entonces Ministro de Asuntos Exteriores, se refería a los Acuerdos de Oslo como el amanecer de la paz, y avanzaba su propuesta de desarrollo para un Nuevo Oriente Medio camino del siglo XXI (Shimon Peres, Oriente Medio, Año Cero. Grijalbo, 1993), este visionario personaje que se definía a sí mismo como hijo de una generación que perdió un mundo y se puso a construir otro, ya sabía que la línea divisoria de la historia de Oriente Medio se trazaría entre los valientes que ya estaban maduros para el cambio que se avecinaba y los que perderían la oportunidad de construir un mundo nuevo más justo, manteniéndose incapaces de dejar atrás las sombras del pasado y cambiar las imágenes estereotipadas contra el adversario. Un 21 de junio de 1997 tuve el privilegio de conocer en Madrid a este ser entrañable con el que traté en tantas ocasiones cuestiones livianas de índole personal y grandilocuentes de Política con mayúsculas mientras imaginaba un futuro mejor para árabes y judíos. Un 15 de septiembre de 1998, recién llegada a Israel, me recibía en su despacho del Peres Center for Peace en Tel Aviv. En mi cuaderno de notas que aún conservo apunté unas palabras proféticas: en veinte años, Israel será una realidad reconocida y aceptada en la región. Los beneficios con los países del Golfo abrirán la puerta del entendimiento y la cooperación mutua en otras regiones. Pocas personas han dejado una huella tan profunda en mi carrera y mi existencia como él. Efectivamente, aunque el corazón del Presidente de Israel dejaba de latir un 26 de septiembre de 2016,  no se equivocó. Veinte años después de aquella profecía, el 15 de septiembre de 2020 la imagen icónica de la firma en la Casa Blanca de los llamados Acuerdos de Abraham cambiaba la perspectiva de gran parte de Oriente Medio. 

Un año después de la normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y los países árabes del Golfo – Emiratos Árabes Unidos y Barhein -, Marruecos y el acercamiento a Sudán, el mundo mira con relativo optimismo esta experiencia diplomática, impensable hace sólo una década, para tratar de resolver los conflictos internacionales que permanecen estancados y los desafíos que enfrenta una Organización Internacional, como las Naciones Unidas, criticada, no sin razón, por inoperante, innecesaria y, en algunos casos, hasta contraproducente. Oriente Medio tiene su ritmo y es necesario conocerlo y respetarlo. Unidos por las oportunidades regionales y la necesidad de combatir las amenazas conjuntas, pero también por la búsqueda de la estabilidad y el desarrollo con un Israel que es parte del nuevo orden regional que se vislumbra, y que se materializa en gestos tan elocuentes como la revisión y eliminación de contenidos antisemitas y hostiles en los libros de texto de países tan significativos como Arabia Saudí, Marruecos, Omán, incluso Sudán y Qatar, en el restablecimiento y visibilidad de comunidades judías en Emiratos Árabes Unidos o Barhein o en el levantamiento del veto a los pasaportes israelíes por parte de Bangladesh. Una nueva realidad que promete más prosperidad, que se ha sellado con más de cuarenta Acuerdos bilaterales en ámbitos sectoriales concretos – Alta Tecnología, medicina, cultura, ciencia, economía o turismo - y que contrasta con la anomalía del régimen iraní de los ayatolás, implicado en actos subversivos en toda la región y empeñado en fomentar el odio y el enfrentamiento entre dos pueblos con fuertes vínculos históricos y que en el fondo anhelan la paz y la prosperidad. 

Si el impulso del ex presidente Donald Trump hizo posible que los hijos de Abraham se reencontraran, el legado del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden debiera ser, como señalan los analistas Victoria Coates y Len Jodorkovsky (The Jerusalem Post, febrero de 2021), servir de puente entre los pueblos de Irán e Israel y acercar ambos países hacia la normalización en una reconfiguración de Oriente Medio donde la actual competición con las otras potencias en liza – Rusia, China, Turquía – ofrece oportunidades para cambiar el curso de la Historia mediante la cooperación. El coste de la guerra ha sido demasiado alto y el potencial de los beneficios del cambio relegan al activismo palestino al trauma congelado de un discurso anacrónico que ya no ocupa el centro del proceso de paz entre Israel y el mundo árabe.       

jueves, 4 de febrero de 2021

El mundo como Dios lo soñó.

 Un virus microscópico que ha interrumpido nuestra vida en 2020 sigue empeñado en permanecer con nosotros en este Tiempo de especial vulnerabilidad. Meses sin abrazos, necesidades de consuelo y demasiada soledad nos recuerda lo confiados que estábamos entre lo superfluo y lo cotidiano. Un Tiempo nuevo para acompañar y asistir a nuestros semejantes se descubre en este año especialmente triste, escondido en la Luz de la Esperanza depositada en una universalidad que va más allá de las fronteras de la espiritualidad de cada uno. 

En esta cadena de transmisión a la que estamos indefectiblemente unidos, Israel no es sólo el lugar donde todo comienza en la Historia del encuentro del hombre con Dios. En la tierra que no pertenece a la geografía de este mundo, el gesto de mantener la puerta abierta al que se acerca, independientemente del lugar de origen o de credo, sigue las pautas del precepto del Talmud que establece que cada ser humano es responsable el uno del otro. Las luces de Hanuka, símbolo de la libertad religiosa y de expresión, y los árboles de Navidad, también en este Tiempo de Adviento, que simbolizan la Vida y anuncian la llegada de la Luz de la Nochebuena y de una nueva Esperanza encarnada en quien, desde la fe cristiana, nos acompaña siempre, se funden con naturalidad. El mundo como Dios lo soñó nos deja en esta parte del mapa una gama de colores y matices diversos a través de su pueblo mediador, obstinado, complejo y creativo, que mantiene un vínculo inquebrantable con su Tradición y pasado al tiempo que apuesta decididamente por el futuro. 

En todo Oriente Medio la religión y la política están intrínsecamente unidos, condicionando cada aspecto de la vida diaria. No obstante, aunque viviendo en Israel es imposible sustraerse de la liturgia de las fiestas que marcan el ritmo de la vida y el calendario, la convivencia entre el laicismo y la religión, en esta sociedad también estructurada por la religión, es equilibrada y el respeto institucional una máxima. Su Memoria está ligada estrechamente a la identidad. Historia Sagrada destinada a preservarse y conmemorarse de generación en generación, lo que le confiere un poderoso factor de unidad y cohesión. Memoria también por los caídos en las guerras, Memoria de un pasado doloroso que muestra que el rostro de Dios no siempre ha sido benévolo con el Hijo que sigue a rajatabla sus mitzvots – Mandamientos -.  No te elegí entre todos los pueblos porque seas numeroso, sino por amor, nos recuerda su Libro Sagrado (Deuteronomio 7:7), en ese fascinante relato de la historia del diálogo entre Dios y un pueblo responsable y comprometido a partir de entonces con la salvación de la humanidad entera. En la Tierra de la escucha de la Palabra, de la Memoria de la Alianza y de la Santidad de la Vida, unidos en su reverencia a esta Tierra Sagrada, los ciudadanos pertenecientes a otras minorías religiosas cuentan con estatutos jurídicos que garantizan el carácter multiétnico, multirreligioso y multicultural de este crisol de raíces y ramas inseparablemente unidas para siempre. Sólo se ama lo que se conoce, y sólo se conoce en profundidad lo que se ama. 

Se nos va por fin 2020, un año triste que nos ha regalado también la capacidad para amar y para comprender las necesidades del otro, ese al que la rutina nos impide verlo en su plenitud. Cayó de repente esta pandemia como de repente, desde el Cielo azul cayó la Estrella de antaño, la que anuncia el Antiguo Testamento y relata el Evangelio según San Mateo (Mt 2:10-12). Cuando los tres Magos de Oriente, siguiendo la estela de una Estrella brillante, encontraron al Niño Dios en un pesebre en Belén, se arrodillaron ante Él, reconociéndole como Mesías y le ofrecieron regalos al Rey de Reyes, no sabían que ese pequeño rincón de Judea sería el epicentro de un acontecimiento que cambiaría la vida para millones de personas. Como un presagio de Esperanza, la Estrella que anunció el nacimiento del Niño Dios vuelve al mismo lugar, 800 años después, en la despedida del año más incierto, al visibilizarse como si fuera un solo planeta la ceremonia de aproximación de Júpiter y Saturno. Dicen los astrofísicos que tendrán que pasar 16.000 años para que un fenómeno parecido vuelva a producirse. En un año de profundos cambios, también para Israel y Oriente Medio, que la señal del Cielo, presente en esta nueva Estrella de Belén, nos sirva de guía y luz en 2021.

Nota del autor:

Este artículo fue escrito en Diciembre de 2020 y por cuestiones de índole personal, no ha podido ser publicado hasta este momento. 

sábado, 8 de febrero de 2020

Estado palestino, última oportunidad.


A falta de tensiones, conflictos, crisis, violaciones de derechos humanos y otros asuntos  que requieran la pormenorizada atención de las Instituciones Internacionales, la Agenda diplomática parece estar recurrentemente condicionada por la necesidad de reconocer el Estado Palestino, en el convencimiento de que la tensión que vive Oriente Medio pone en grave riesgo la Paz y la Seguridad mundiales, y de que la resolución del conflicto depende, a su vez, de reconocer la identidad de un pueblo autóctono desplazado de la tierra que hoy ocupa el Estado de Israel. 

domingo, 21 de abril de 2019

Un lugar en el Cielo.


La época litúrgica más Sagrada para judíos y cristianos es la Pascua. Para los primeros, el recuerdo de la liberación de la esclavitud y la entrega de la Torá – Tablas de la Ley – a Moisés en el Monte Sinaí les conecta con el comienzo de su Historia nacional y les consolida, más que como el Pueblo elegido por Dios, como aquel que desde el Principio eligió y decidió ser libre. Libre para cumplir, como individuo y como nación, la misión de colaborador responsable con el Creador en la tarea de cuidar de cada ser humano y  engrandecer el Universo para hacer del mundo un lugar mejor. Para los cristianos, el recuerdo de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús nos da la certeza de que la vida vence a la muerte, y de que por la fe en el poder de Dios, se puede caminar a una nueva forma de vida. Amor, justicia, libertad y respeto como obligación esencial del ser humano, que necesariamente tiene que morir para nacer de nuevo. Ambos acontecimientos litúrgicos tienen lugar prácticamente al mismo tiempo, porque las raíces judías del cristianismo son innegables, y no sólo por el hecho mismo de que este joven carpintero de la Galilea que cambió el mundo era enteramente judío, sino porque el mismo Evangelio no puede desprenderse de esa herencia que los personajes del antiguo Testamento, con sus historias y narrativas, ayudaron a conformar el sistema de creencias que hoy forman la base del código moral y de conducta del judaísmo contemporáneo.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Pérdidas inevitables.


Era un Viernes de Dolor, una fecha significativa en nuestro calendario, y como hoy, también viernes, un día de dolor más en el obituario israelí. El cielo amaneció soleado, y en el ambiente se respiraba una brisa fresca de primavera que invitaba al recogimiento del cuerpo y del alma. Recuerdo el intenso olor a comida que salía de las ventanas abiertas de los dormitorios de una comunidad multicultural ajena a los desvaríos de la real politik característica de sus países de origen. Desde la terraza de mi Mehonot, la residencia de estudiantes de la Universidad de Tel Aviv, podía ver a un grupo de jóvenes, que todavía permanecían en las instalaciones, arrastrando sus maletas y mochilas. Una imagen familiar y cercana, la misma que vemos a diario en cualquier campus universitario del mundo. Abrazos, risas, apretones de manos, intercambio de números de teléfono. Entraba el sabath y comenzaban las vacaciones por Pesaj, la Pascua judía que se celebra el 15 de Nisan, el primer mes de su calendario lunar. Era la primavera de 1999 y el Seder de ese año coincidía con el comienzo de la Semana Santa cristiana. Normalidad dentro de la anormalidad. Porque a lo largo de toda la semana se habían intensificado los ataques de mortero contra las poblaciones del norte de Israel procedentes de la frontera sur del Líbano. Y también las emboscadas contra unidades militares. Amal y Hizbollah  eran por entonces consideradas milicias según la Comunidad Internacional, tan lenta en reflejos como parcial en sus condenas. El precio que Israel pagaba para mantener a su población segura mediante el control de la franja sur de Líbano a lo largo del río Litani era muy alto. Veinte años después de la llamada Operación Litani, la sangría entre sus fuerzas armadas era ya insoportable.

jueves, 6 de diciembre de 2018

La Paz de los Cuervos.



Seguimos buscando con fervor a los chicos, decía con esperanza contenida el entonces portavoz de las IDF para la Comunidad hispanohablante, Capitán Roni Kaplan, horas antes de que se encontraran en un descampado de Hebrón los cuerpos sin vida de los tres adolescentes israelíes secuestrados por el grupo terrorista Hamas el 12 de junio del verano de 2014. Eyal, Gilad y Naftali, de 16 y 19 años, no volverían jamás a sus hogares porque la ideología asesina que mezcla un proyecto político totalitario y un mesianismo religioso excluyente había decidido que eran enemigos y, por tanto, que no merecían vivir. Terminaban dos semanas de búsqueda infernal por toda Cisjordania en medio de un calor asfixiante, en el que se descubrieron cuevas y túneles cavados expresamente para almacenar arsenal militar y acceder a poblaciones israelíes con objeto de asesinar civiles, al tiempo que comenzaba una escalada simultánea intermitente de agresiones y lanzamiento de misiles desde Gaza a territorio israelí que culminaría con el estallido de una operación militar israelí defensiva conocida con el nombre de Operación Cúpula de Hierro.

lunes, 25 de junio de 2018

Acuerdo nuclear con Irán: riesgo u oportunidad para repensar Oriente Medio.


Golpe al multilateralismo, torpeza, riesgo contra la Seguridad Internacional, peligroso regreso al unilateralismo, grave error… o, por el contrario, decisión valiente, según se mida la percepción del riesgo y la amenaza. La lista de desencuentros entre Estados Unidos y sus aliados, fundamentalmente Europa, desde la llegada de Donald Trump al poder, ha entrado en una nueva fase de desgaste que pone en evidencia el dilema político y económico de una UE que carece de autonomía y de capacidad estratégica para imponer unas reglas de juego irrelevantes fuera de nuestra área de confort. 

jueves, 1 de diciembre de 2016

La Cuarta dimensión

En la fría mañana del 17 de enero de 1986, cuatro días después de que nuestro país ingresara oficialmente en las Instituciones Europeas, las delegaciones de España e Israel firmaban, en la clandestinidad de una habitación del Hotel Pomerade de La Haya, el establecimiento de relaciones diplomáticas, normalizando a escondidas la realidad internacional a la que España se asomaba. Un acontecimiento natural en la política diaria de las naciones, el de reconocerse mutuamente y establecer vínculos políticos, económicos y culturales, pasaba desapercibido entre el silencio y la casi oscuridad que las cortinas de la habitación, testigo furtivo de la rubrica por poderes de los ausentes Felipe González y Simón Peres, trataron de ocultar a la prensa y las cámaras de televisión.

jueves, 17 de noviembre de 2016

El virus mutante


A mitad de camino entre Amberes y Bruselas, en el corazón de la región de Flandes, en pleno centro del país, se encuentra la ciudad  de Mechelen (Malinas). En este asentamiento humano, arteria de comunicación estratégica cuyos orígenes se remontan al 500 A.E.C., apenas vivían 60.000 personas durante la Segunda Guerra Mundial. Precisamente por su buena conexión fluvial y ferroviaria con el resto de Europa Central y Oriental, los nazis no encontraron un lugar mejor para centralizar la deportación de judíos belgas a los campos de exterminio situados en el Este, lejos de la mirada indiscreta de la prensa y la anestesiada opinión pública europea: los antiguos cuarteles militares del casco histórico de la Ciudad Vieja.

lunes, 27 de julio de 2015

La gran ovación de la vergüenza.

Poder nuclear, retirada de sanciones, levantamiento del embargo de armas, visto bueno al Programa balístico y de misiles, ningún control ni inspección sin previo consentimiento y una inyección de 140.000 millones de dólares a cambio de una mera declaración de intenciones para acabar con la guerra en Siria. Hay que ser masoquista o muy ingenuo para creer que aquel que brama despavorido por las calles de todo el mundo inofensivas consignas de “muerte a América” y quema tus banderas en un ejercicio de odio colectivo y rabia desatada contra Occidente en general, e Israel en particular, y que dedica pingües esfuerzos en financiar y exportar el terrorismo internacional, se vaya a conformar ahora con menos. Tras más de una década de negociaciones y de jugar al escondite con la legalidad internacional, el régimen teocrático de Irán ha sido gratamente recompensado. Para rematar la faena, lo único que le falta, en esta gran ovación de la vergüenza, es que el próximo noviembre el Comité noruego conceda el Nobel de la Paz al ministro de Exteriores Mohammad Javad Zarif, al presidente Hassan Rouhani o al propio Jatamí. Ya puestos a excentricidades múltiples, en este mundo que ya prácticamente no sorprende a casi nadie, que se lo den a los tres. No hay razón para no hacerlo: personajes de la talla de Ralph Bunche, los artífices del Pacto Briand-Kellogg, Henry A. Kissinger o el propio Yasser Arafat, cuyas manos no precisamente estaban rojas por trabajar la tierra, han ostentado el honor de estar entre esta élite que contribuye a la fraternidad entre las naciones, trabaja activamente por la reducción o supresión de ejércitos, o promueve la paz y los derechos humanos. El mismo Obama, tras recibirlo en 2009, se ha dedicado a hacerse el sueco, quizá porque es el único Premio de la saga de los Nobel que se entrega en Oslo y no en Estocolmo.

            “La destrucción de Israel es una prioridad para el mundo musulmán”, ha declarado el propio líder espiritual de los iraníes, el ayatola Alí Jatamí apenas dos días antes de la firma del Acuerdo en Viena, curiosamente en el mismo hotel situado en la Plaza que lleva el nombre del fundador del sionismo - Theodor Herlz – y en el que Hitler se alojó tras anexionarse Austria en 1938. Ese mundo más esperanzador que se vislumbra, en palabras del Presidente norteamericano Barak Obama, es el mismo que probablemente anhelaba también el premier británico Chamberlain y sus colegas liberales cuando cedieron al chantaje de un Hitler que no escondía sus planes expansionistas y genocidas. Como tampoco lo ocultan los herederos del mesiánico Jomeini que hoy se divierten simulando matar judíos y destruir el único Estado democrático de la región a través de sofisticados videojuegos accesibles desde cualquier teléfono móvil. Eficaz propaganda de entrenamiento virtual y anestesia de voluntades mientras los Comandos especiales de Al Quds, las fuerzas de élite de la Guardia Revolucionaria Islámica, a las órdenes del santón de turno, extienden su idea distorsionada de la revolución y el martirio mediante el terror por los cinco continentes, operan desde bases consolidadas en más de 30 países, y son el principal elemento desestabilizador en América Latina y Oriente Medio. El ingenio antisemita de estos iluminados es un vicio, como antaño lo fue para esas bestias nazis,  a las que los poderes occidentales también apaciguaron mientras creyeron que no interferirían en sus asuntos geoestratégicos, puesto que ayer, como hoy, la caza del judío no era asunto que preocupara mucho en las Cancillerías del mundo entero. La similitud entre aquellos acontecimientos ocurridos hace 77 años y las consecuencias que se pueden derivar en la actualidad y en un futuro no tan lejano de este Acuerdo, firmado el 14 de julio de 2015 entre Estados Unidos e Irán con la connivencia del resto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania haciendo de consejeros del diablo, no es sólo la casualidad que nos muestran los archivos fotográficos de unos personajes de antaño y de ahora retratados en el mismo lugar y con las mismas poses, sino la del mismo error histórico que la política de apaciguamiento acaba de volver a cometer.

            Factores económicos y diferencias en la percepción de las amenazas explican en parte la prisa por cerrar un capítulo incómodo para una Comunidad Internacional colapsada económicamente, que padece un serio déficit energético, con ganas de devolver a la superficie el contenido de unas relaciones que nunca se cortaron  a pesar de las sanciones, y que, además de proporcionar cuantiosos beneficios a la industria de materiales y bienes de equipo de doble uso, es un factor de distorsión en sus relaciones con una comunidad musulmana – de origen o por conversión- fuertemente ideologizada, furibundamente anti-israelí, sesgada internamente, con dificultades para integrarse y acatar las normas de convivencia de las sociedades occidentales de acogida, cada vez más radicalizada y que no esconde su propia agenda de cambio de rumbo para Europa y el mundo. Imprudentemente apoyados por una sociedad civil que lleva al limite del paroxismo esa mentalidad progresista de autismo, tolerancia y comprensión hacia regímenes y credos totalitarios y violadores de los más elementales derechos humanos mientras reniega de sus raíces judeo-cristianas, la tragedia para el mundo libre es que los lobbies árabe e iraní se han instalado en las Administraciones de las Organizaciones Internacionales, de Estados Unidos, de América Latina y de Europa entera como un caballo de Troya en forma de asesores, empresarios, académicos, clérigos, formadores de opinión pública o incluso gestores de la cosa pública. Todo ello revestido de un tufo pro-palestino que esconde, en realidad, odio y prejuicio anti-judío. La existencia misma de la entidad sionista y su colapso es la razón de ser de cualquier régimen islámico, ya sea éste de la cuerda moderada pro-occidental, o radical y extremista. Occidente, que aún no ha digerido la idea de que los judíos sean responsables de su propia Seguridad y destino, ha optado por cambiar el equilibrio entre el progreso y la tradición que representa Israel y su propio legado histórico-cultural por un medievalismo psicópata idealizado por una visión hollywoodiense de paisajes, turbantes y jaimas. 

Los israelíes siempre han dicho que un mal Acuerdo es peligroso, y aunque la sintonía con el primer ministro Benjamín Netanyahu no es precisamente excelente, puede que, al final, los líderes de Occidente, mal que les pese, cuando vean cómo todo Oriente Medio entra en una vorágine nuclear sin retorno, tengan que dar la razón a este estratega que demuestra que le importa más la Seguridad de su país y del mundo que el sillón de su despacho. Jugar con armas atómicas es inconsciente, peligroso y delirante, y es lo que acaba de sancionar el peor presidente que una superpotencia se puede permitir tener. Dos visiones - Oportunidad para la Paz o capitulación ante el terrorismo – que no son sólo cuestión de matiz. Cuando el repunte del antisemitismo está de nuevo en el nivel más alto desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y la amenaza existencial del Estado de Israel es más real que nunca, la única certeza para el único Estado judío del mundo es que los tiempos en los que los judíos eran el blanco impune de la ira mundial han terminado, y que hoy ningún alma judía permanecerá enterrada en una fosa anónima o se elevará al Cielo desde la chimenea de ningún crematorio.

viernes, 17 de abril de 2015

Los últimos Testigos.

“Yo acuso a todos los Jefes de Estado y de Gobierno de entonces, que sabiendo lo que ocurría, miraron a otro lado y no hicieron nada para mitigar o terminar con el sufrimiento del pueblo judío y de todos aquellos seres considerados inferiores o que pensaban diferente, y que tuvieron la desgracia de cruzarse en el camino de los criminales nazis y sus aliados”. Es la terrible sentencia, que con motivo de los Actos de Conmemoración de la Memoria de la Shoa, hacía a finales del mes de enero en Madrid Jorge Klainman, uno de los tres últimos supervivientes de habla hispana que todavía viven para contar aquel infierno en la tierra que significó Auschwitz para la conciencia de la Humanidad.

miércoles, 11 de marzo de 2015

La serenidad del duelo.


Un 11 de marzo, dos países, España e Israel, se despertaban de luto. España, aquel viernes de 2003, desayunaba con el shock de un atentado terrorista, el mayor de su historia, que se saldaba con la friolera cifra de 192 muertos y 1.858 heridos. Atentado terrorista de corte yihadista que dejó a la sociedad española profundamente sorprendida, fracturada desde el punto de vista político y en alerta temprana. Ocho años después Israel, acostumbrado no obstante al llanto, amanecía conmocionado por el brutal asesinato de una familia completa en Itamar a manos de un joven terrorista palestino. Ese mismo día, a primera hora de la tarde, en Japón, un terremoto de magnitud 9.0 seguido de un tsunami y un maremoto provocaba el colapso de la Central Nuclear de Fukushima, obligando a las autoridades a declarar el Estado de Emergencia Nacional ante la posibilidad de que se produjeran filtraciones y vertidos radiactivos. El torbellino mediático y político que provocó el recuerdo del atentado de Madrid y la catástrofe nuclear en Japón, no dejó espacio para abordar el sufrimiento de una niña israelí que acababa de perder a sus padres y a sus tres hermanos. 

Yo me hice eco de ese sufrimiento y escribí este artículo que publiqué en Infomedio y que abajo reproduzco.